La composición conocida como Requiem es una pieza musical sobre los textos que la liturgia católica, y otras iglesias cristianas, utilizan en las celebraciones litúrgicas dedicadas a los difuntos, llamadas en latín Missa pro defunctis y Officium defunctorum. El nombre de Requiem le viene dado por la primera palabra del texto latino (“requiem” en latín significa “descanso”) en el contexto de la frase “requiem aeternam dona eis, Domine” (“dales, Señor, el descanso eterno”).
El Requiem
incluye partes de la misa ordinaria, como Kyrie
eleison, Sanctus o Agnus Dei, pero sustituye las partes
llamadas “gozosas” (como el Gloria, el
Credo o el Aleluya) por otras específicas referentes a la muerte. Los textos latinos,
en verso y en prosa, son altomedievales y de diversa procedencia en cuanto a
autoría.
La misa de difuntos tiene como objeto ayudar
a las ánimas del purgatorio y se estableció como tal algo antes del año 1000,
que es cuando la Iglesia estableció oficialmente la teoría del Purgatorio.
Giuseppe Verdi |
Verdi compuso su Requiem ya en la madurez. Tras tener
bastante claro que se retiraría de los escenarios tras el estreno de Aida, compuso su Misa de Requiem que teóricamente habría de servir de colofón a una
carrera que consideraba culminada.
GÉNESIS
DE LA OBRA
Alessandro Manzoni |
En realidad por entonces Verdi ya tenía compuesta parte de una
misa de Requiem. A la muerte de Rossini él mismo había encabezado el
proyecto de que once compositores italianos colaboraran en una obra colectiva
de la que a Verdi tocó elaborar la
última sección, el Libera me, Domine.
El proyecto quedó finalmente frustrado pero le sirvió de punto de partida para su
Requiem, por lo que el maestro se
puso manos a la obra comenzando por retocar esta pieza.
EL
ESTRENO DEL REQUIEM DE VERDI
Iglesia de San Marcos (Milán) |
Hans von Bülow |
En 1875 Verdi realizó una gira triunfal con su Requiem que incluyó en primer lugar París, donde se le concedió la “Legión
de Honor”; Londres, donde la obra fue interpretada en el gigantesco Royal
Albert Hall por un coro de 1200 personas; y Viena, donde triunfó sin paliativos
en una época difícil para los aficionados, el pleno verano.
PARTES
DEL REQUIEM DE VERDI
La obra está estructurada en siete partes
principales: Requiem, Dies irae, Ofertorio, Sanctus, Agnus Dei, Lux aeterna y Libera me.
Pero teniendo en cuenta que la sección más importante, el Dies irae, contiene a su vez nueve secciones claramente
diferenciadas, podemos decir que nos encontramos ante un total de quince
números musicales contenidos en el Requiem.
1. Introito
(Requiem y Kyrie): se pide por las
almas de o de los difuntos. Requiem
aeternam dona eis, Domine, en lux perpetua luceat eis (“Dales, Señor, el
descanso eterno y que luzca para ellos una luz perpetua”). La obra comienza con
una suave introducción de los cellos, a los que se suma poco después la cuerda
aguda y el coro entona la palabra “requiem” cantada sotto voce. La entrada del coro también va por partes: primero los tenores
y bajos, luego las sopranos y contraltos, siempre en pianissimo. Sube en intensidad hasta ser interrumpida dramáticamente
por un himno (Te decet hymnus, Deus in
Sion “mereces un himno, Dios de Sión”) que, por primera vez en la obra,
trata de meter miedo (recuerda a la irrupción de los inquisidores en el auto de
fe de Don Carlo). Pero el coro, otra
vez en piano, se vuelve a imponer y
vuelve a su palabra reconfortante “réquiem” que enlaza con el Kyrie eleison (Señor, ten piedad) donde
se presentan los cuatro solistas: tenor, bajo, soprano y mezzo en un cuarteto
de intenciones dramáticas inconfundiblemente verdianas. Podemos escuchar aquí este comienzo del Requiem en la interpretación que hicieran en 1967 la orquesta y coro de La Scala, con Leontyne Price, Luciano Pavarotti, Fiorenza Cossotto y Nicolai Ghiaurov como solistas, todos ellos bajo la dirección de Herbert von Karajan:
video de MaestroStark
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2.1. El Dies
irae, que es la sección que otorga auténtico carácter propio a la misa de
difuntos, es un poema medieval de Tomás
de Celano, amigo de san Francisco de
Asís. La misión del fragmento es aterrorizar al creyente con las
consecuencias de alejarse de la virtud. Dies
irae, dies illa / solvet saeclum in favilla / Quantus tremor est futurus / quando
iudex est venturus / cuncta stricte dircussurus (“Día de ira será aquel día
en que el mundo se disolverá en cenizas. ¡Cuán grande será el terror cuando
venga el juez que todo lo mirará estrictamente!”). Es uno de los máximos
exponentes de la obra, se repite al final y que aparecerá varias veces a lo
largo de la misa actuando como auténtico leitmotiv.
Es un impactante estruendo que muestra la desesperación de las almas a las que
se les anuncia la llegada del día en que van a ser juzgadas.
A partir de aquí, y hasta que llegue el
ofertorio, se desarrolla un conjunto de números que en realidad pertenecen unitariamente
al Dies irae y cuyas transiciones son
muy fluidas, como en las óperas verdianas de ese período.
video de MaestroStark
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2.2. Tuba
mirum: en este número escuchamos el sonido de las trompetas que anuncian
que llegará el juicio final. Tuba mirum
spargens sonum / per sepulcra regionum / coget omnes ante thronum (“la
trompeta esparciendo su increíble sonido por los sepulcros del mundo reunirá a
todos ante el trono”). Pero el ser humano no sucumbe a semejante demostración
de trompeterío y es el bajo el primero en levantarse ante la apabullante
demostración de fuerza para atreverse a cantar como saliendo de su escondite,
él solo y sin apenas acompañamiento orquestal, de modo que representa la
desnudez de un ser humano presentándose temeroso e impresionado ante la
majestad de Dios diciendo: Mors stupebit
et natura / cum resurget creatura / iudicanti responsura (“la muerte y la
naturaleza se quedarán mudas cuando resucite la criatura que habrá de responder
ante quien le juzga”). Aquí podemos escucharlo en la voz de René Pape, acompañado por la orquesta del teatro alla Scala dirigida por Daniel Barenboim:
video de DeccaClassics
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2.3. Liber
scriptus: es un aria de la mezzo con clarísimos ecos de la Amneris de Aida. La mezzo debe mostrar aquí gran contundencia en el registro
grave. De contenido profético, anuncia que se abrirá el libro del juicio
supremo en el que todo se contiene: liber
scriptus proferetur / in quo totum continetur. Cuando nadie lo espera reaparecerá el
terrorífico Dies irae, para
recordarnos la posible ira de Dios. Es la mezzosoprano Fiorenza Cossotto quien interpreta aquí ese fragmento de forma magnífica:
video de MaestroStark
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2.4. Quid
sum miser: es un breve y lírico terceto para soprano, mezzo y tenor en el
que el ser humano se pregunta a quién apelará en ese crucial momento: quid sum, miser, tunc dicturus? / quem
patronus rogaturus? (“¿qué diré entonces, triste de mí?, ¿a qué protector
rogaré?”).
2.5. Rex
tremendae: es ejemplo paradigmático de lo que es este Requiem. Rex tremendae
maiestatis qui salvandos salvas gratis, / salva me, fons `pietatis (“rey de
tremenda majestad, que salvas a quien merece ser salvado, sálvame a mí, fuente
de piedad”). La parte coral es contundente y amedrentadora. En cambio las
intervenciones de los solistas, muy líricas y expansivas, plasman a la
perfección el estado de la humanidad, con sus defectos y ansiedades. Representa
la idea de Verdi sobre el papel de
la Iglesia y el del ser humano.
2.6. Recordare:
es un intenso duo para soprano y mezzo. Recordare,
Iesu pie / quod sum causae tuae viae / ne me perdas illa die (“recuerda,
piadoso Jesús, que soy yo la causa de tu venida y no dejes que me pierda en el
camino”).
2.7. Ingemisco:
es el aria del tenor. Ingemisco tamquam
reus / culpa rubet vultus meus / supplicanti parce, Deus (“gimo como un
reo, mi rostro enrojece de culpa, apiádate, Señor, del que te suplica”). Parece
verdaderamente un personaje prisionero, lo que lo hace muy humano. Repite la
palabra “supplicanti” consciente de que el público la entiende y porque es la
clave para representar el estado de ánimo del ser humano en ese momento.
2.8. Confutatis:
el aria del bajo. Los dos primeros versos vuelven a identificar la religión con
el terror (confutatis maledictis /
flammis acribus addictis “confundidos los malditos y arrojados a las cortantes
llamas”) pero contrastan nuevamente con la dulzura del canto de súplica del
solista en la frase voca me cum benedictis
(“llámame al lugar de los benditos”).
Aquí tenemos el Ingemisco interpretado por José Carreras e inmediatamente después el Confutatis en la voz del belga José Van Dam, en una grabación de 1984, acompañados por la Filarmónica de Viena dirigida por Herbert von Karajan:
video de inmylife9
2.9.
Lacrimosa: la melodía principal está
extraída de una escena eliminada del Don
Carlos. La ópera se estrenaba en París en 1867 y, por la duración, a los
espectadores venidos de fuera no les daba tiempo a regresar a sus localidades con
el último tren. La empresa indujo a Verdi
a suprimir algo de música y éste eligió la escena en la que don Carlos y Felipe II lloraban la muerte del marqués de Posa, que resultó, años después, este Lacrimosa. La mezzo inicia un bellísima melodía,
de acentos fúnebres pero muy lírica, y la recoge el bajo para regalársela al
coro y con la que juegan los demás solistas. Lacrimosa dies illa qua resurget ex favilla iudicandus homo reus (“día
de lágrimas será aquel en que el hombre pecador resucite de las cenizas para
ser juzgado”). Podemos escuchar de nuevo a Leontyne Price, Luciano Pavarotti, Fiorenza Cossotto y Nicolai Ghiaurov interpretando este bellísimo fragmento:
video de flautamaracay
video de flautamaracay
3. Ofertorio
(Domine Iesu): combinación de la plegaria del coro, que pide por la
liberación de las almas de los difuntos, con incisivas intervenciones dramáticas
de los solistas, que recuerdan la promesa que hizo Dios a Abraham, bajo un delicado
acompañamiento orquestal propio de la maestría que había adquirido Verdi por esa etapa creativa.
4. Sanctus:
breve y muy alegre, como un oasis o descanso de la tensión acumulada hasta
ahora y la que queda por venir.
5. Agnus
Dei: sencillo y lleno de misterio. No encontramos los tradicionales
“miserere” y “dona nobis pacem” de la misa ordinaria y en cambio se vuelve a
repetir el “dales, Señor, el descanso eterno”.
video de MaestroStark
video de MaestroStark
6. Lux
aeterna: es el último número de los solistas antes del final. Nuevamente
encontraremos reminiscencias de la Amneris
de Aida.
7.
Libera me: es el aria de la soprano y
se trata de un canto de absolución, ya de hecho fuera de la misa propiamente
dicha. Es una recapitulación de toda la obra, que empieza y acaba del mismo
modo (Ringkomposition o “composición
en anillo”). Contiene además una gran fuga que aporta espectacularidad. La
inicia la soprano con una dramática declamación y el coro le responde como un
eco. Continúa el aria con acentos dramáticos para acabar reintroduciendo, por
última vez, aunque modificado y más desarrollado que nunca, el “dies irae”. Al
final la soprano, sobre el coro, ataca un comprometido si bemol agudo en pianissimo. Destaca la contundente palabra
“tremenda”, que una vez más Verdi
destaca aprovechando que se dice igual en latín que en italiano. El coro
irrumpe seguidamente en la fuga (Verdi
concluirá también su última obra, Falstaff,
con otra gran fuga). Para concluir reaparece el canto de la soprano y se
escucha, ahora de fondo, la fuga. Como una verdiana declaración de intenciones,
la solista se va imponiendo hasta que el coro y la orquesta se funden de nuevo
con ella. La obra acabará en do mayor, expresión quizá de esperanza y confianza
de Verdi en el ser humano. Aquí podemos escuchar la excelente interpretación de la soprano Leontyne Price:
video de Onegin65
video de Onegin65
EL
CUARTETO PROTAGONISTA
Teresa Stolz |
La soprano del estreno fue Teresa Stolz, primera intérprete de la
protagonista de Aida. Se requiere una
soprano dramática.
La mezzo del estreno fue Maria Waldmann, primera intérprete de
la Amneris de Aida. Hace falta una cantante con muy buenos graves.
El tenor del estreno fue Giuseppe Capponi, que tenía en su
repertorio óperas como Africana y Norma. Es un lírico pero con fuerza y
volumen.
El bajo del estreno fue Ormondo Maini, a quien Verdi había
confiado el papel del sacerdote egipcio Ramfis
en el estreno europeo de Aida, en La Scala. El bajo del Requiem ha de ser bastante profundo.
CARACTERÍSTICAS
DEL REQUIEM
Se ha dicho en numerosas ocasiones que este
Requiem, más que una misa, parece una
ópera. Puede que haya buena parte de verdad en dicha aseveración porque, aunque
el propio Verdi decía que el fraseo
de los cantantes no debía ser el de una ópera, lo cierto es que los medios
expresivos sí son netamente operísticos y además es evidente que la obra tiene
mayor tendencia a la expresividad que al recogimiento.
Los textos latinos son los de la misa de
difuntos, los que se utilizan el 2 de noviembre. A Verdi no se le ocurrió, como a su coetáneo Brahms, incluir en su Requiem
textos en lengua vernácula.
A la obra se le ha achacado también la
carencia de un verdadero espíritu religioso. Y es que es inevitable la
comparación con Mozart. Pero, en el
otro extremo, también lo podríamos comparar con las obras religiosas de Rossini, como el Stabat Mater, cuyo aliento sí está absolutamente alejado de lo
espiritual. La religiosidad que emana de este Requiem viene canalizada a través del empleo de los mismos medios
que había utilizado en sus dos óperas más recientes, Don Carlo y Aida.
Giuseppe Verdi |
Al respecto, el crítico Gonzalo Alonso opina que el Requiem de Verdi contiene una música que nos llega de la divinidad pero
sirviéndose del formidable talento humano de Verdi. Y que su escucha nos proporciona esa honda satisfacción
estética que nos producen las más auténticas obras de arte.
Otra acusación, ya desde aquellas
desafortunadas palabras de Von Bülow,
es la de su supuesta teatralidad. Pero, en primer lugar, la posible teatralidad
de la música de Verdi no es
incompatible con la religiosidad. Es innegable el anticlericalismo que se
desprende de las óperas de Verdi. La
figura de los sacerdotes suele aparecer como símbolo autoritario y represor e
incluso elevándose por encima del propio poder secular. El ejemplo más conocido
es la terrible e implacable figura del Gran
Inquisidor en Don Carlo.
Pero también es verdad que Verdi, que en alguna ocasión se había
definido a sí mismo como “creyente con muchas dudas”, utilizó en sus óperas la música
religiosa como motor de consuelo ante la muerte. Recordamos, por poner sólo dos
ejemplos: antes del Requiem, ese
emotivo Miserere que entonan de fondo
los monjes de Il trovatore prologando
el canto de la soprano y que prepara el alma de quien va a ser ejecutado. Y posterior
al Requiem, es sobrecogedor el intimísimo
Ave Maria de Otelo, verdadero ejemplo de fe que consuela por la muerte de Desdémona antes incluso de que aquélla
se haya producido.
Y, además, a nadie se le escapa que la liturgia
católica, en el momento de las grandes celebraciones, tiene una clara tendencia
a la espectacularidad y por tanto también tiene buena parte de puesta en escena
por lo que este Requiem se le adecua muy
especialmente.
Pío X |
Su mujer, la cantante Giuseppina Strepponi, que sí era creyente, defendía a su marido y
replicaba a los que decían que Verdi
ni se había atenido a los modelos clásicos como Mozart o Cherubini, ni
había buscado el espíritu religioso: “yo
mantengo –decía ella– que Verdi debe componer como Verdi, o sea,
acorde a su manera de sentir y trasladar el texto. El espíritu religioso y la
forma de expresarlo deben mostrar el sello de una época concreta y la
personalidad de su autor”.
Nunca lo llegaremos a saber pero, probablemente,
de haber vivido el maestro en 1903, habría estado de acuerdo con su exclusión
como música oficial de una institución en la que no creía, al menos tal y como
la conoció él. Verdi pidió que en su
velatorio hubiera tan solo un sacerdote, un cirio y un crucifijo, y que en su
entierro no hubiera cánticos.
No era fácil que Verdi, independiente por naturaleza, aceptara la idea de un Dios
oficial y castigador y por ello compuso un Requiem
a su medida. Elvio Giudici, crítico
italiano que ha dedicado interesantes publicaciones a Verdi, está convencido de que “esta
misa la canta una humanidad que se rebela ante la idea de que la muerte sea el
momento supremo”.
Busseto - Monumento a Verdi |
Verdi es fundamentalmente
un operista y su Messa da Requiem es,
en definitiva, el drama de la humanidad ante la muerte y su obra religiosa más
apreciada. Escribió otras, pero el Requiem
es la que más se le parece. Giuseppina
abogaba por dos cosas. En primer lugar, por el sello de una época: pues bien, este
Requiem posee el sello inconfundible de
los tiempos románticos. Y también pedía la personalidad de un autor: y este Requiem tiene la impronta inconfundible del
pensamiento de Giuseppe Verdi, tan sinceramente
descreído como profundamente humano.
Publicado por Íñigo de Goñi y Atticus (“Amics de l´Òpera i de les Arts de la Comunitat Valenciana”).
ennecus@yahoo.es
ennecus@yahoo.es
- “Messa da Requiem”, de Giuseppe Verdi, se representa en el Auditori del Palau de les Arts Reina Sofía de Valencia los días 12 y 13 de diciembre. Más información en la web del Palau de les Arts.