4 dic 2016

LES VÊPRES SICILIENNES EN VALENCIA


LES VÊPRES SICILIENNES DE GIUSEPPE VERDI EN VALENCIA.

Aquella sofocante tarde del 2 de julio de 1858, en su camerino del Teatro Principal de Valencia, la soprano Marianna Barbieri-Nini daba los últimos retoques a su maquillaje antes de salir a cantar por primera vez sobre el escenario del teatro valenciano Les vêpres siciliennes en su versión italiana. La obra se había estrenado en París con gran éxito tan solo tres años antes en el Théâtre Impérial de l’Opéra, bajo los auspicios de Napoleón III y su esposa Eugenia de Montijo coincidiendo con la Exposición Universal que se celebrara en dicha ciudad, y todavía era una ópera desconocida en ciudades como Londres o Nueva York.

Marianna Barbieri-Nini había suscitado verdadera expectación entre el público valenciano por la fama que le precedía debida a su dilatada carrera que incluía haber sido escogida por el mismo Verdi para la creación de los papeles de Lucrezia Contarini en I due Foscari, Lady Macbeth en Macbeth, y Gulnara en Il Corsaro, en sus respectivos estrenos. Su voz de soprano dramática de agilidad se adaptaba perfectamente al papel de duquesa Elena en las Vísperas que exigía combinar al mismo tiempo fuerza y tintes dramáticos con ligereza y ágil coloratura u ornamentación. Los grabados de la época nos revelan que su físico no era demasiado agraciado, lo que había llevado a exclamar a la compañera de Verdi, Guiseppina Strepponi: "Si Mariana Barbieri ha logrado casarse, ninguna mujer debe perder la esperanza."

La prensa valenciana de la época se había hecho eco de que el acontecimiento histórico que inspiraba la trama del libreto presentaba ciertas conexiones con la ciudad del Turia. La sublevación de los sicilianos contra el dominio angevino en 1282, que arrancó con la llamada a la oración de vísperas por las campanas de las iglesias de Palermo, recibirá el apoyo de Pedro III de Aragón que había nacido en Valencia y que logrará el trono de Sicilia por su matrimonio con Constanza de Hohenstaufen, perteneciente a la anterior dinastía reinante en el sur de Italia y, sobrina a su vez, de la emperatriz bizantina Constanza Augusta, que residió felizmente en nuestra ciudad y cuyos restos reposan en la capilla de Santa Bárbara de la iglesia de San Juan del Hospital de Valencia.

El origen de la composición de esta ópera se remontaba al ofrecimiento que había recibido Verdi de l'Opéra de París para la composición de una obra bajo el formato de grand opéra, tal y como había quedado codificado a finales de los años 20 y principios de los años 30 del s. XIX con obras como La muette de Portici de Auber (1828), Guillaume Tell de Rossini (1829), La juive de Halévy (1835) o Robert le diable (1831) y Les Huguenots (1836) de Meyerbeer.

Este género parisino requería necesariamente una trama basada en acontecimientos históricos, desarrollada en cinco actos, que imbricase los conflictos personales de los protagonistas con los  histórico-colectivos, con escenas espectaculares de desfiles, procesiones, revueltas, sublevaciones… que incluyeran al menos un ballet, grandes masas corales y finales monumentales. Para cuya ejecución la ópera de París ofrecía repartos estelares, solventes conjuntos orquestales y corales, una magnífica producción, además del tradicional cuerpo de ballet.

La clave para entender esta ópera será, por tanto, analizar el enorme reto que afrontaba Verdi para aunar las dos grandes tradiciones operísticas del momento: la intensidad melodramática italiana y la espectacularidad de la grand opéra francesa. El principal problema de la variedad de formato que ofrecía el género francés era la dispersión y la pérdida de fuerza dramática. Schumann y Wagner ya habían criticado la obra de Meyerbeer calificándola como “efectos sin causa" por ofrecer una superficialidad espectacular que impedía cualquier profundización. Estos condicionamientos formales no podían estar más lejos de la fuerza dramática que Verdi deseaba sobre la escena y que había conseguido en óperas anteriores como Macbeth.

El encargo de la ópera de París supondrá, por tanto, un reto para el genio de Verdi que convertirá Les Vêpres Siciliennes en un punto de inflexión de su carrera como compositor tras las cimas alcanzadas con la llamada trilogía popular, Il Trovatore, Rigoletto y La Traviata y que le permitirá experimentar con formatos más complejos, con otras lenguas y tradiciones musicales, y con nuevas exigencias del público que le llevarán hacia su etapa de plena madurez. Con el libreto traducido al italiano pasará enseguida a Italia donde será publicada finalmente como I vespri siciliani con las pequeñas modificaciones necesarias de la linea vocal.

La puesta en escena de la producción que veremos esta temporada en Valencia viene firmada por el intendente de Les Arts Reina Sofía, procede del Teatro Regio de Turín donde se escuchó en la temporada 2010-11 en la versión italiana, y ya se vio en España traída por la Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera en 2012-13 que utilizó, en este caso, el texto original en francés. Contará con los siempre excelentes Orquesta de la Comunitat Valenciana y Cor de la Generalitat y un sólido reparto encabezado por el ya viejo conocido del público valenciano, Gregory Kunde, que la ha cantado tanto en la versión italiana como en la francesa, dirigido musicalmente por uno de los titulares de nuestro teatro de ópera, el italiano Roberto Abbado.

Es una lástima que para cumplir esa supuesta función educadora de los espectadores de un teatro público no se hayan aprovechado estas funciones para presentar en Valencia la versión original francesa de esta interesantísima ópera de Verdi y se haya optado por la traducida versión italiana que nos hará rememorar, no obstante, aquella noche de julio de 1858 en la que se estrenó en el Teatro Principal.


Javier Monforte Albalat
Amics de l’Òpera i de les Arts
de la Comunitat Valenciana