AUSTERIDAD Y GESTIÓN CULTURAL
Pero no hay otra alternativa a
la cultura -le dije- que la barbarie.
Thomas Mann, Doktor
Faustus.
A principios de agosto, la gerencia del Palau de les Arts
Reina Sofía de Valencia remitía un correo electrónico a sus abonados
comunicando que la programación del teatro para la temporada
de ópera 2012/13 sería anunciada en el mes de septiembre, si bien avanzaba
alguna de las óperas que serán representadas. El enorme retraso en la comunicación a los aficionados se justifica en una delicada situación derivada de una realidad social y económicamente complicada.
A nadie se nos escapa que vivimos una época de crisis económica (e incluso institucional) que conlleva la exigencia por parte de los poderes públicos de esfuerzos extraordinarios a los que la sociedad
civil se está adaptando ejemplarmente.
Paralelamente al refuerzo contributivo, las partidas presupuestarias están siendo ajustadas en todos los ámbitos.
La misma sociedad civil de la que se extraen los recursos
debe hacerse oír en la elección de dichas partidas y debe exigir la racionalización en la gestión de los fondos públicos.
Corremos el riesgo de que se supriman partidas
aparentemente menos importantes pero esenciales para el desarrollo de una
sociedad civilizada. Se trata de gastos como los de cultura o los de investigación. Solo una Administración con amplitud de miras cuidará de esas partidas como valores necesarios para asegurar el
futuro.
Ha llegado el momento de soluciones urgentes pero también de preservar lo verdaderamente valioso. Ha llegado el
momento de gastar menos pero también de gastar mejor. La situación de crisis no debería alterar el normal
funcionamiento de las instituciones culturales sino todo lo contrario, con los
medios disponibles deberían funcionar, si cabe, más eficazmente.
Una de las reivindicaciones de la asociación Amics de l'Opera i
de les Arts de la Comunitat Valenciana es reclamar una justa dotación para el Palau de
les Arts Reina Sofía de Valencia que recibe fondos
estatales equivalentes a una treintava parte de lo que reciben el Teatro Real de Madrid y el Gran Teatro del Liceo de Barcelona. La
diferencia de uno a treinta es, por decirlo suavemente, insultante. Máxime cuando los cuerpos estables de nuestro teatro de ópera (Orquesta de la Comunitat Valenciana y Coro de la
Generalitat Valenciana) están reconocidos mundialmente
como unos de los mejores de Europa, calificación en la que coinciden
curiosamente incluso los medios madrileños y barceloneses. Y nuestro
coliseo ha programado óperas de calidad en la
producción y repartos equiparables a
las de los mejores teatros de ópera del mundo como el Covent
Garden de Londres o el Metropolitan de Nueva York.
Este es un patrimonio que hay que cuidar y que no podemos
dejar morir tras lo conseguido estos últimos años. La Conselleria de Turisme, Cultura i Esport tiene que
ser consciente de la importancia de este momento de transición para la consolidación de este que fue un proyecto
y que hoy es una viva realidad, reclamando una partida equitativa en los
presupuestos generales del Estado que, hasta el momento, no se ha conseguido y
gestionando, a su vez, los fondos de que dispone el teatro de la mejor manera.
Una orquesta o un coro, un teatro, no son una escultura o
un cuadro que se guarda para exponerlos cuando vengan tiempos mejores. Son
organismos vivos que, en el caso nuestro, han dado unos resultados
extraordinarios tras años de cuidado por directores
del máximo prestigio como Lorin
Maazel o Zubin Mehta, o la labor extraordinaria de Francesc Perales a cargo del
coro o Helga Schmidt en la intendencia y dirección artística.
La programación debe ajustarse,
naturalmente, a los medios disponibles, manteniendo la calidad que ha
caracterizado a Les Arts, pero las ideas deben estar claras y la gestión transparente y precisa. Los ajustes económicos, es cierto, deben llevar a la austeridad, a la
racionalización del gasto, pero no al
retraso en el anuncio de la temporada, no a la informalidad en la contratación, en los pagos o en el cumplimiento de los pactos.
Es necesario, a la vista de lo que se dispone, llevar a
cabo una gestión eficaz y clara. Un teatro
que quiere ser serio y cuyas producciones se codean con las mejores del mundo
no puede anunciar su temporada en septiembre, no puede tener pendientes pagos a
los cantantes que participaron en el pasado Festival
del Mediterrani, no puede despreocuparse del futuro profesional de coro y
orquesta. La austeridad es necesaria,
pero también lo es una diligente
administración.
Es en estos tiempos de crisis cuando la Generalitat
Valenciana tiene la oportunidad de demostrar que puede ser una magnífica gestora, realizando una transparente y eficaz
disposición de los medios a su alcance.
Y somos los ciudadanos quienes debemos recordarles aquello que decía el escritor francés Daniel Pennac, si creen que la cultura es cara, prueben con
la ignorancia.
Javier Monforte Albalat
Amics de l'Òpera i de les Arts de la
Comunitat Valenciana.