26 oct 2012

PREPARANDO "RIGOLETTO"

Producción de Rigoletto que podrá verse en Les Arts

El próximo día 10 de noviembre (sábado) el Palau de les Arts Reina Sofía de Valencia alzará el telón una temporada más con una producción de la ópera Rigoletto del compositor italiano Giuseppe Verdi (Busetto, 1813 – Milán 1901).

Giuseppe Verdi
Rigoletto es una ópera en tres actos basada en la pieza teatral Le roi s`amuse (El rey se divierte, 1832) del dramaturgo francés Victor Hugo. La factura del libreto se debe a Francesco Maria Piave y su estreno tuvo lugar en el teatro La Fenice de Venecia en 1851.

La obra se convirtió pronto en una de las más difundidas de su autor, llegando a España tan solo dos años después de su estreno, cuando se pudo admirar en el Teatro Real de Madrid. En la actualidad es una de las que mayor atracción ejerce sobre el público de todo el mundo, siendo la segunda más representada de Verdi, sólo después de La traviata.

RESUMEN DEL ARGUMENTO

La acción se desarrolla en la ciudad de Mantua y sus alrededores en el siglo XVI.

Acto I: Fiesta en el palacio del joven duque de Mantua. Los cortesanos y el contrahecho bufón Rigoletto jalean al duque por sus constantes conquistas, entre ellas la hija del noble Monterone, a quien recientemente ha arrebatado el honor. Cuando Rigoletto se burla del anciano Monterone éste lo maldice por reírse del dolor de un padre. Esta maldición llena a Rigoletto de terror, pues, aunque nadie lo sabe, el bufón tiene una hija.

Palazzo Ducale (Mantua)
Rigoletto, mientras vuelve de noche a su casa, rechaza los servicios de Sparafucile, un asesino a sueldo que se le ofrece por la calle. Ya en casa, habla con su inocente hija Gilda, a quien trata de mantener enclaustrada con el fin de preservar su virtud. Pero el duque, haciéndose pasar por un estudiante, ya ha seducido a Gilda, a la que ha conocido hace poco en una iglesia. El joven la visita y le declara su amor. Cuando se despiden, un grupo de hombres de la camarilla de la corte burla la férrea vigilancia de Rigoletto y raptan a Gilda para trasladarla a palacio y darle una sorpresa al duque.

Acto II: De nuevo en palacio. El libertino disfruta de Gilda en su alcoba. Llega Rigoletto y pronto descubre horrorizado dónde y con quién está su hija. Lanza su furia contra los rastreros cortesanos raptores e intenta conmoverlos con sus sentimientos de padre, pues ellos, al raptarla, pensaban que era su amante. Cuando por fin puede hablar con ella, descubre que la muchacha, aunque consciente de que ha sido engañada, se ha enamorado perdidamente del duque. El bufón se arrepiente ahora amargamente de haberse mofado de los padres de hijas burladas, al tiempo que promete venganza.

Acto III: Noche de tormenta en una posada de las afueras de Mantua. Rigoletto ha planeado la muerte del seductor y, ahora sí, ha contratado los servicios del sicario. La atractiva hermana de Sparafucile, Maddalena, ya se ha encargado de conducir al duque a la posada. Éste se prepara para pasar la noche con Maddalena mientras frivoliza sobre la liviandad de las mujeres. Llega Rigoletto y muestra a su hija el comportamiento de su amado. Pero ella, entregada sin remedio a su amor, decide inmolarse por él cuando oye que Maddalena se ha encariñado con el joven y desea salvarlo. Gilda planea hacerse pasar por un transeúnte que llama a la posada, y así el asesino podrá cambiar su cadáver por el del duque. Entra Gilda y Sparafucile la apuñala. Cuando el bufón recoge y arrastra el saco que contiene el cuerpo para lanzarlo al río, escucha a lo lejos la voz burlona del duque. Abre el saco y descubre que el cuerpo de Gilda que, moribunda, confiesa el engaño y persevera en su amor. Se ha cumplido la maldición de Monterone.

LA CENSURA

En la obra original de Victor Hugo el libertino es el rey Francisco I de Francia y su bufón es el célebre Triboulet (Tribuletto en italiano). Hugo, indisimulado activista republicano, pretendía acercar al público francés la disoluta vida sexual del rey y con ello dañar la memoria de un monarca cuya bondad histórica y personal se había convertido en intocable referencia entre los franceses más partidarios de la monarquía.

Sin embargo, era la casa austrohúngara la que imperaba en una Italia ocupada cuando se estrenó la ópera y, como era previsible, el libreto tuvo que adaptarse a las exigencias de la implacable censura imperial. Para empezar, Verdi insistía en que la obra se titulara La maldición pero las autoridades no transigieron por considerarlo superstición y falta de respeto al poder divino. Piave y Verdi sustituyeron finalmente al rey francés por un anónimo y ficticio duque, por más señas italiano, lo que parece que satisfizo a los guardianes de las virtudes. Y los avispados y educativos censores impusieron también, entre otras muchas cosas, una cierta humanización del mandatario, quien, en el recitativo de su bella aria del acto II, nos confiesa que el candor de Gilda ha estado a punto de hacerle recapacitar sobre su comportamiento.

RIGOLETTO DENTRO DE LA PRODUCCIÓN DRAMÁTICA VERDIANA

Rigoletto es la primera de las tres obras maestras (Rigoletto, Trovatore y Traviata) con que culmina la larga serie de óperas conocidas como el “Verdi joven”. Si la primera mitad de la carrera del compositor se basa en una relativa fidelidad a la tradición belcantista en lo que a la estructura de números cerrados se refiere (arias, dúos, tercetos, cuartetos y números corales casi perfectamente separados), en la segunda mitad, la que desembocará en la madurez, el discurrir continuo de la escena va ganando terreno paulatinamente en busca de una solución más moderna que culminará con Otello, donde los cuadros ya se suceden sin solución de continuidad y las arias se han convertido en algo más cercano a auténtico canto declamado. Pues bien, en Rigoletto nos encontramos en un punto medio entre ambas. En no pocos momentos, comenzando ya en Macbeth, el Verdi joven había plasmado el germen de sus ideas rupturistas, pero Rigoletto constituye el primer logro redondo de esta evolución estética y estilística que marcará el resto de su producción.

Es significativo el hecho de que, mientras a nosotros, que estamos en condiciones de contemplar la totalidad de la obra de Verdi, Rigoletto nos resulta, al menos en el aspecto estrictamente musical, no excesivamente rupturista, en cambio a algunos de los aficionados y críticos de la época les daba la impresión de estar asistiendo a una modernidad extrema por considerar sumamente incómodo que las escenas no tuvieran ni un principio ni un final claramente marcado. Pero Rigoletto es un auténtico arsenal de inspiración y belleza, y el público lo supo apreciar desde el principio en su justa medida.

RIGOLETTO, UN PERSONAJE NOVEDOSO

Riccardo Stracciari
como Rigoletto
Pero la modernidad de Rigoletto no se ciñe tan solo a su estructura. El público de la época, consumidor de ópera a gran escala, estaba acostumbrado a deleitarse con melodiosos cantos emitidos por irreales damas y caballeros, estéticamente inmaculados, que en buena medida eran, desde el punto de vista dramático, tan de cartón piedra como los propios decorados. La aparición en escena del grotesco Rigoletto, un bufón deforme por fuera y atormentado por dentro, no podía sino causar impacto teatral y hasta social. ¡Un jorobado que canta! Sin embargo, al audaz Verdi le pareció una bellísima idea dotar de música a los sentimientos ocultos de tan extraño y complejo personaje. Es más, le parecía la mejor de las ideas. Si el alma del bufón es toda una paleta de complejos psicológicos, la extraordinaria música de Verdi lo dulcifica de tal manera que un hombre cuyo comportamiento deja tanto que desear desde el punto de vista humano, acaba cautivándonos nada menos que con su canto. Verdi, uno de los más perspicaces hombres de teatro de todos los tiempos, acertó una vez más.

GILDA Y EL DUQUE

Alfredo Kraus como El Duque
Del personaje del duque decía el gran tenor Alfredo Kraus que le resultaba difícil identificarse en escena con él por su falta constante de escrúpulos. En efecto, la inconsistencia de su alma repugna, pero está musicalmente tan bien definido que cautiva con melodías que se han hecho con justicia celebérrimas como es el caso de “La donna é mobile” o “Bella figlia dell’ amore” entre otras.

Gilda, a la que Verdi dotó de recursos melódicos angelicales, tradicionalmente ha sido considerada como un personaje sin demasiado carácter, cuando no prácticamente boba. Sin embargo hay hoy en día quien reivindica para Gilda que su gran pecado no es sino su extrema juventud, lo que la hace vulnerable al engaño, sí, pero que a su vez le aporta valentía y buenas dosis de astucia, mientras va siendo poco a poco consciente de su propio dolor.

EL PODER DE UN CUARTETO

Victor Hugo
Victor Hugo mantuvo con Verdi un largo pleito por los derechos de autor, lo que no le impidió, años más tarde, manifestar su admiración por la ópera. Es bien conocido el hecho de que, en una ocasión, el escritor francés, maravillado por el célebre cuarteto “Bella figlia dell’ amore” (acto III) certificó la superioridad general de la música sobre el teatro pues, a diferencia de éste, aquélla permite que cuatro personajes expresen a la vez cuatro estados de ánimo diferentes. El cuarteto, enclavado al principio del acto III, es, en efecto, una de las joyas más valiosas de Verdi y de toda la historia de la ópera. Otro gigante de las letras, Benito Pérez Galdós, decía de esta pieza que “el oído, atónito, quisiera dividirse para atender a aquellas pasiones tan distintas y expresadas con tan vigorosa maestría. En su multiplicidad hay una unidad que asombra”.

LAS VOCES

Leo Nucci como Rigoletto
Verdi confió el papel protagonista a la voz que él prefirió siempre para expresar las emociones más profundas del ser humano: el barítono. Rigoletto es un barítono con cuerpo, amplio registro y que ha de poseer gran capacidad expresiva para sacar a la luz hondas emociones. Gilda ha gustado tradicionalmente interpretada por una soprano de mucha ligereza que caracterice bien su rol de niña inocente y casi de “tonta enamorada de un canalla”; aunque, como hemos apuntado, también existe una corriente que la prefiere de corte algo más aguerrido para que afronte una cierta evolución en su proceder dramático. El duque es un tenor ligero o lírico-ligero cuya expresión se desarrolla a través de deliciosos pasajes melódicos que hacen de él también un auténtico seductor del público. Sparafucile, uno de los grandes hallazgos de esta ópera, debe ser un auténtico bajo profundo que imponga su maldad profesional sin dobleces. Y el personaje de Maddalena, si está bien servido por una mezzo de carácter, puede convertirse en un buen contrapunto sobre el que se asiente el último acto de la ópera. Mención especial merece un curioso recurso que el maestro Verdi usó con el coro, al que encomendó en el acto III modular desde el interior a boca cerrada para crear el efecto siniestro de una tormenta y recordar de paso al espectador la presencia recurrente de la maldición que se cierne sobre el malhadado bufón.

Diana Damrau, una moderna Gilda
La portentosa voz del barítono Riccardo Stracciari encarnó como nadie, a principios del siglo XX, al bufón verdiano aunque otros como Titta Ruffo, Tito Gobbi o Ettore Bastianini también lograron grandes interiorizaciones del complejo personaje. Ya en tiempos más modernos, el hoy veterano Leo Nucci sigue paseando por el mundo su exitosa visión del bufón.

El mítico Julián Gayarre volvía loco al público cantando el duque a finales del s. XIX, Carlo Bergonzi lo interpretó con impoluto fraseo verdiano y Alfredo Kraus será recordado como el más elegante y aristocrático en el papel.

Una Gilda canónica “a la antigua” es la ligera Mercedes Capsir; Renata Scotto, deliciosa y clásica; y si buscamos mayor diversificación, recurriremos, como en tantas ocasiones, a la multiorgánica Maria Callas.

Cavernosos Sparafucile fueron Cesare Siepi o Nicolai Ghiaurov. Maddalena de referencia es la sólida voz de Fiorenza Cosotto.

EL PUERTO DE VALENCIA Y UNA TORRE MADRILEÑA…

Torre de Los Lujanes
(Madrid)
El rey Francisco I (el duque en la ópera) fue capturado en la batalla de Pavía (1525) por las tropas del emperador Carlos I. Tras desembarcar en el puerto de Valencia, fue trasladado durante un tiempo a Madrid, en calidad de privilegiado prisionero. Allí residió un tiempo, junto con su bufón Triboulet (nuestro Rigoletto), en el alcázar real y también en la conocida como la “Torre de los Lujanes”, que aún hoy día se alza frente al antiguo ayuntamiento de la villa. Así pues, podemos rastrear la figura de nuestros dos personajes operísticos tanto en el puerto de Valencia como en un evocador torreón situado en pleno Madrid de los Austrias.

POR QUÉ ASISTIR A RIGOLETTO

Son tantas las virtudes de esta obra maestra verdiana que deberíamos en esta ocasión afirmar sin cortapisas que más bien no hay razón para no asistir a una representación de Rigoletto. Quien desee gozar de bellas melodías, no pasará un minuto sin hacerlo. Quien aprecie las virtudes teatrales, encontrará enormes hallazgos. Quien sea aficionado a rastrear la psicología en las mentes oscuras, podrá penetrar en el alma de un bufón jorobado del que Verdi se prendó y a quien quiso dibujar, según sus propias palabras, “deforme y ridículo pero lleno por dentro de pasión y de amor”.

LA VERSIÓN A LA QUE ASISTIREMOS EN VALENCIA

La producción que se podrá ver en el coliseo de Valencia es original de la Scala de Milán y ha sido recientemente restaurada por el teatro Wielki de Varsovia. El papel protagonista será encarnado por el barítono onubense Juan Jesús Rodríguez, quien ya se presentó en Valencia la temporada pasada con gran éxito encarnando a otro gran personaje verdiano, el Conde de Luna de Il Trovatore. La dirección musical correrá a cargo del titular del coliseo, Omer Meir Wellber, quien se situará al frente de la fabulosa Orquestra de la Comunitat Valenciana.

Publicado por Íñigo de Goñi (“Amics de l´Òpera i de les Arts de la Comunitat Valenciana”).
ennecus@yahoo.es

  • Podéis consultar el libreto de Rigoletto AQUÍ.

  • AQUÍ podéis leer "El rey se divierte", de Victor Hugo.

  • Más información sobre fechas, repartos y venta de localidades, en la web del Palau de les Arts.

CRÓNICAS DE LAS FUNCIONES: