Producción de Rigoletto que podrá verse en Les Arts
El próximo día 10 de noviembre (sábado) el Palau de les Arts Reina Sofía de Valencia
alzará el telón una temporada más con una producción de la ópera Rigoletto
del compositor italiano Giuseppe
Verdi (Busetto, 1813 – Milán 1901).
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Giuseppe Verdi |
Rigoletto
es
una ópera en tres actos basada en la pieza teatral Le roi s`amuse (El rey se divierte, 1832) del dramaturgo francés Victor Hugo. La factura del libreto se
debe a Francesco Maria Piave y su
estreno tuvo lugar en el teatro La Fenice de Venecia en 1851.
La obra se convirtió pronto en una de las
más difundidas de su autor, llegando a España tan solo dos años después de su
estreno, cuando se pudo admirar en el Teatro Real de Madrid. En la actualidad
es una de las que mayor atracción ejerce sobre el público de todo el mundo, siendo
la segunda más representada de Verdi,
sólo después de La traviata.
RESUMEN DEL ARGUMENTO
La acción se desarrolla en la ciudad de
Mantua y sus alrededores en el siglo XVI.
Acto I: Fiesta en el palacio del joven
duque de Mantua. Los cortesanos y el contrahecho bufón Rigoletto jalean al duque por sus constantes conquistas, entre
ellas la hija del noble Monterone, a
quien recientemente ha arrebatado el honor. Cuando Rigoletto se burla del anciano Monterone
éste lo maldice por reírse del dolor de un padre. Esta maldición llena a Rigoletto de terror, pues, aunque nadie
lo sabe, el bufón tiene una hija.
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Palazzo Ducale (Mantua) |
Rigoletto, mientras vuelve
de noche a su casa, rechaza los servicios de Sparafucile, un asesino a sueldo que se le ofrece por la calle. Ya
en casa, habla con su inocente hija Gilda,
a quien trata de mantener enclaustrada con el fin de preservar su virtud. Pero
el duque, haciéndose pasar por un estudiante, ya ha seducido a Gilda, a la que ha conocido hace poco en
una iglesia. El joven la visita y le declara su amor. Cuando se despiden, un
grupo de hombres de la camarilla de la corte burla la férrea vigilancia de Rigoletto y raptan a Gilda para trasladarla a palacio y darle
una sorpresa al duque.
Acto II: De nuevo en palacio. El libertino
disfruta de Gilda en su alcoba. Llega
Rigoletto y pronto descubre
horrorizado dónde y con quién está su hija. Lanza su furia contra los rastreros
cortesanos raptores e intenta conmoverlos con sus sentimientos de padre, pues
ellos, al raptarla, pensaban que era su amante. Cuando por fin puede hablar con
ella, descubre que la muchacha, aunque consciente de que ha sido engañada, se
ha enamorado perdidamente del duque. El bufón se arrepiente ahora amargamente
de haberse mofado de los padres de hijas burladas, al tiempo que promete venganza.
Acto III: Noche de tormenta en una posada
de las afueras de Mantua. Rigoletto
ha planeado la muerte del seductor y, ahora sí, ha contratado los servicios del
sicario. La atractiva hermana de Sparafucile,
Maddalena, ya se ha encargado de
conducir al duque a la posada. Éste se prepara para pasar la noche con Maddalena mientras frivoliza sobre la
liviandad de las mujeres. Llega Rigoletto
y muestra a su hija el comportamiento de su amado. Pero ella, entregada sin
remedio a su amor, decide inmolarse por él cuando oye que Maddalena se ha encariñado con el joven y desea salvarlo. Gilda planea hacerse pasar por un
transeúnte que llama a la posada, y así el asesino podrá cambiar su cadáver por
el del duque. Entra Gilda y Sparafucile la apuñala. Cuando el bufón recoge
y arrastra el saco que contiene el cuerpo para lanzarlo al río, escucha a lo
lejos la voz burlona del duque. Abre el saco y descubre que el cuerpo de Gilda que, moribunda, confiesa el engaño
y persevera en su amor. Se ha cumplido la maldición de Monterone.
LA CENSURA
En la obra original de Victor Hugo el libertino es el rey Francisco I de Francia y su bufón es el célebre Triboulet (Tribuletto en italiano). Hugo,
indisimulado activista republicano, pretendía acercar al público francés la
disoluta vida sexual del rey y con ello dañar la memoria de un monarca cuya
bondad histórica y personal se había convertido en intocable referencia entre
los franceses más partidarios de la monarquía.
Sin embargo, era la casa austrohúngara la
que imperaba en una Italia ocupada cuando se estrenó la ópera y, como era
previsible, el libreto tuvo que adaptarse a las exigencias de la implacable
censura imperial. Para empezar, Verdi
insistía en que la obra se titulara La
maldición pero las autoridades no transigieron por considerarlo
superstición y falta de respeto al poder divino. Piave y Verdi
sustituyeron finalmente al rey francés por un anónimo y ficticio duque, por más
señas italiano, lo que parece que satisfizo a los guardianes de las virtudes. Y
los avispados y educativos censores impusieron también, entre otras muchas
cosas, una cierta humanización del mandatario, quien, en el recitativo de su
bella aria del acto II, nos confiesa que el candor de Gilda ha estado a punto de hacerle recapacitar sobre su
comportamiento.
RIGOLETTO DENTRO DE LA
PRODUCCIÓN DRAMÁTICA VERDIANA
Rigoletto es la primera de
las tres obras maestras (Rigoletto, Trovatore y Traviata) con que culmina la larga serie de óperas conocidas como
el “Verdi joven”. Si la primera mitad
de la carrera del compositor se basa en una relativa fidelidad a la tradición belcantista en lo que a la estructura de
números cerrados se refiere (arias, dúos, tercetos, cuartetos y números corales
casi perfectamente separados), en la segunda mitad, la que desembocará en la
madurez, el discurrir continuo de la escena va ganando terreno paulatinamente
en busca de una solución más moderna que culminará con Otello, donde los cuadros ya se suceden sin solución de continuidad
y las arias se han convertido en algo más cercano a auténtico canto declamado.
Pues bien, en Rigoletto nos
encontramos en un punto medio entre ambas. En no pocos momentos, comenzando ya
en Macbeth, el Verdi joven había plasmado el germen de sus ideas rupturistas, pero
Rigoletto constituye el primer logro
redondo de esta evolución estética y estilística que marcará el resto de su
producción.
Es significativo el hecho de que, mientras
a nosotros, que estamos en condiciones de contemplar la totalidad de la obra de
Verdi, Rigoletto nos resulta, al menos en el aspecto estrictamente
musical, no excesivamente rupturista, en cambio a algunos de los aficionados y
críticos de la época les daba la impresión de estar asistiendo a una modernidad
extrema por considerar sumamente incómodo que las escenas no tuvieran ni un
principio ni un final claramente marcado. Pero Rigoletto es un auténtico arsenal de inspiración y belleza, y el
público lo supo apreciar desde el principio en su justa medida.
RIGOLETTO, UN PERSONAJE NOVEDOSO
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Riccardo Stracciari
como Rigoletto |
Pero la modernidad de Rigoletto no se ciñe tan solo a su estructura. El público de la
época, consumidor de ópera a gran escala, estaba acostumbrado a deleitarse con
melodiosos cantos emitidos por irreales damas y caballeros, estéticamente
inmaculados, que en buena medida eran, desde el punto de vista dramático, tan
de cartón piedra como los propios decorados. La aparición en escena del
grotesco Rigoletto, un bufón deforme
por fuera y atormentado por dentro, no podía sino causar impacto teatral y
hasta social. ¡Un jorobado que canta! Sin embargo, al audaz Verdi le pareció una bellísima idea
dotar de música a los sentimientos ocultos de tan extraño y complejo personaje.
Es más, le parecía la mejor de las ideas. Si el alma del bufón es toda una
paleta de complejos psicológicos, la extraordinaria música de Verdi lo dulcifica de tal manera que un
hombre cuyo comportamiento deja tanto que desear desde el punto de vista
humano, acaba cautivándonos nada menos que con su canto. Verdi, uno de los más perspicaces hombres de teatro de todos los
tiempos, acertó una vez más.
GILDA Y EL DUQUE
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Alfredo Kraus como El Duque |
Del personaje del duque decía el gran tenor
Alfredo Kraus que le resultaba
difícil identificarse en escena con él por su falta constante de escrúpulos. En
efecto, la inconsistencia de su alma repugna, pero está musicalmente tan bien
definido que cautiva con melodías que se han hecho con justicia celebérrimas
como es el caso de “La donna é mobile”
o “Bella figlia dell’ amore” entre
otras.
Gilda, a la que Verdi dotó de recursos melódicos
angelicales, tradicionalmente ha sido considerada como un personaje sin
demasiado carácter, cuando no prácticamente boba. Sin embargo hay hoy en día
quien reivindica para Gilda que su
gran pecado no es sino su extrema juventud, lo que la hace vulnerable al
engaño, sí, pero que a su vez le aporta valentía y buenas dosis de astucia,
mientras va siendo poco a poco consciente de su propio dolor.
EL PODER DE UN CUARTETO
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Victor Hugo |
Victor
Hugo
mantuvo con Verdi un largo pleito
por los derechos de autor, lo que no le impidió, años más tarde, manifestar su
admiración por la ópera. Es bien conocido el hecho de que, en una ocasión, el
escritor francés, maravillado por el célebre cuarteto “Bella figlia dell’ amore” (acto III) certificó la superioridad
general de la música sobre el teatro pues, a diferencia de éste, aquélla
permite que cuatro personajes expresen a la vez cuatro estados de ánimo
diferentes. El cuarteto, enclavado al principio del acto III, es, en efecto,
una de las joyas más valiosas de Verdi
y de toda la historia de la ópera. Otro gigante de las letras, Benito Pérez Galdós, decía de esta
pieza que “el oído, atónito, quisiera
dividirse para atender a aquellas pasiones tan distintas y expresadas con tan
vigorosa maestría. En su multiplicidad hay una unidad que asombra”.
LAS VOCES
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Leo Nucci como Rigoletto |
Verdi confió el papel
protagonista a la voz que él prefirió siempre para expresar las emociones más
profundas del ser humano: el barítono. Rigoletto
es un barítono con cuerpo, amplio registro y que ha de poseer gran capacidad
expresiva para sacar a la luz hondas emociones. Gilda ha gustado tradicionalmente interpretada por una soprano de
mucha ligereza que caracterice bien su rol de niña inocente y casi de “tonta
enamorada de un canalla”; aunque, como hemos apuntado, también existe una
corriente que la prefiere de corte algo más aguerrido para que afronte una
cierta evolución en su proceder dramático. El
duque es un tenor ligero o lírico-ligero cuya expresión se desarrolla a
través de deliciosos pasajes melódicos que hacen de él también un auténtico
seductor del público. Sparafucile,
uno de los grandes hallazgos de esta ópera, debe ser un auténtico bajo profundo
que imponga su maldad profesional sin dobleces. Y el personaje de Maddalena, si está bien servido por una
mezzo de carácter, puede convertirse
en un buen contrapunto sobre el que se asiente el último acto de la ópera.
Mención especial merece un curioso recurso que el maestro Verdi usó con el coro,
al que encomendó en el acto III modular desde el interior a boca cerrada para
crear el efecto siniestro de una tormenta y recordar de paso al espectador la
presencia recurrente de la maldición que se cierne sobre el malhadado bufón.
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Diana Damrau, una moderna Gilda |
La portentosa voz del barítono Riccardo Stracciari encarnó como nadie,
a principios del siglo XX, al bufón verdiano aunque otros como Titta Ruffo, Tito Gobbi o Ettore Bastianini
también lograron grandes interiorizaciones del complejo personaje. Ya en
tiempos más modernos, el hoy veterano Leo
Nucci sigue paseando por el mundo su exitosa visión del bufón.
El mítico Julián Gayarre volvía loco al público cantando el duque a finales
del s. XIX, Carlo Bergonzi lo
interpretó con impoluto fraseo verdiano y Alfredo
Kraus será recordado como el más elegante y aristocrático en el papel.
Una Gilda
canónica “a la antigua” es la ligera Mercedes
Capsir; Renata Scotto, deliciosa
y clásica; y si buscamos mayor diversificación, recurriremos, como en tantas
ocasiones, a la multiorgánica Maria
Callas.
Cavernosos Sparafucile fueron Cesare
Siepi o Nicolai Ghiaurov. Maddalena de referencia es la sólida voz
de Fiorenza Cosotto.
EL PUERTO DE VALENCIA Y UNA TORRE
MADRILEÑA…
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Torre de Los Lujanes
(Madrid) |
El rey Francisco
I (el duque en la ópera) fue capturado en la batalla de Pavía (1525) por
las tropas del emperador Carlos I.
Tras desembarcar en el puerto de Valencia, fue trasladado durante un tiempo a
Madrid, en calidad de privilegiado prisionero. Allí residió un tiempo, junto
con su bufón Triboulet (nuestro Rigoletto), en el alcázar real y también
en la conocida como la “Torre de los Lujanes”, que aún hoy día se alza frente
al antiguo ayuntamiento de la villa. Así pues, podemos rastrear la figura de
nuestros dos personajes operísticos tanto en el puerto de Valencia como en un
evocador torreón situado en pleno Madrid de los Austrias.
POR QUÉ ASISTIR A RIGOLETTO
Son tantas las virtudes de esta obra
maestra verdiana que deberíamos en esta ocasión afirmar sin cortapisas que más
bien no hay razón para no asistir a una representación de Rigoletto. Quien desee gozar de bellas melodías, no pasará un
minuto sin hacerlo. Quien aprecie las virtudes teatrales, encontrará enormes
hallazgos. Quien sea aficionado a rastrear la psicología en las mentes oscuras,
podrá penetrar en el alma de un bufón jorobado del que Verdi se prendó y a quien quiso dibujar, según sus propias
palabras, “deforme y ridículo pero lleno
por dentro de pasión y de amor”.
LA VERSIÓN A LA QUE ASISTIREMOS EN VALENCIA
La producción que se podrá ver en el
coliseo de Valencia es original de la Scala de Milán y ha sido recientemente
restaurada por el teatro Wielki de Varsovia. El papel protagonista será
encarnado por el barítono onubense Juan
Jesús Rodríguez, quien ya se presentó en Valencia la temporada pasada con
gran éxito encarnando a otro gran personaje verdiano, el Conde de Luna de Il Trovatore. La dirección musical
correrá a cargo del titular del coliseo, Omer
Meir Wellber, quien se situará al frente de la fabulosa Orquestra de la Comunitat Valenciana.
Publicado por Íñigo de Goñi (“Amics de l´Òpera i de les
Arts de la Comunitat Valenciana”).
ennecus@yahoo.es
- Podéis consultar el libreto de Rigoletto AQUÍ.
- AQUÍ podéis leer "El rey se divierte", de Victor Hugo.
- Más información sobre fechas, repartos y venta de localidades, en la web del Palau de les Arts.
CRÓNICAS DE LAS FUNCIONES: