LA PARADOJA DE LES ARTS
Imaginemos por un momento que el Museo Victoria & Albert de Londres nos devuelve una de las obras maestras del arte medieval valenciano, el retablo encargado por la milicia urbana de ballesteros de San Jorge instituida por el rey Pedro IV el Ceremonioso en 1365, conocida popularmente como el Centenar de la Ploma, por ser éste su número y llevar una pluma en el birrete. Compañía que era la encargada de proteger y escoltar la Senyera de la Ciudad y Reino de Valencia y cuyo retablo comprado lícitamente por el museo londinense en 1864 se expone orgullosamente en su sala principal, junto a los cartones de Rafael encargados por León X para confeccionar tapices que decoraran la Capilla Sixtina del Vaticano.
Imaginemos igualmente que el Museo de Bellas Artes de Valencia, instalado en el antiguo Colegio Seminario San Pío V de la ciudad, recibe la obra, desensambla sus diferentes tablas y las almacena sin garantía de conservación alguna en los sótanos del edificio, al tiempo que cierra el museo por los desprendimientos de elementos de su fachada, mientras piensa en alquilar las salas del museo para actos sociales o empresariales olvidándose del dichoso retablo.
Algo parecido podría estar ocurriendo en el Palau de les Arts Reina Sofía de Valencia.
Cuenta nuestro teatro de la ópera con una orquesta y un coro equiparables a los mejores del mundo en su género, su equipo técnico ha demostrado ser capaz de poner en marcha las producciones más innovadoras y complejas, y su dirección artística ha logrado reunir repartos y programar funciones con resultados alabados por la crítica internacional mientras otros teatros españoles, con dotación económica diez veces superior al teatro valenciano, daban la espalda al público operístico con erráticas y fallidas aventuras sobre sus escenarios.
Tras el cierre de la temporada 2013-14, y a la espera del inicio del Festival del Mediterrani, los responsables políticos de quien depende la institución que debería ser uno de los puntales de la cultura en la Comunitat Valenciana, parece como si se desentendieran de aquellos mimbres, que han dado hasta el momento resultados artísticos envidiados por responsables de otros teatros españoles y extranjeros, y estuvieran pensando en dar al edificio usos alternativos, olvidándose quizá del fin principal para el que fue creado, y abandonando sus cuerpos estables, coro y orquesta, a una muerte lenta por falta de apoyo.
Es meritoria la excelente labor profesional de la dirección económica y administrativa del teatro para racionalizar el funcionamiento del mismo, pero es necesario adoptar las decisiones bajo la perspectiva de un proyecto artístico claro. Los valencianos no queremos que el Palau de les Arts se convierta en un salón de bodas comarcal con ocasionales funciones de ópera, local o no, sino que queremos un prestigioso teatro de ópera, que aproveche sus cuerpos estables, que contrate repartos y cree o alquile producciones dentro de sus posibilidades, pero ofreciendo siempre la calidad hasta ahora conseguida y a la que no se debe renunciar. Calidad que acaba siendo rentable como lo demuestran los ingresos producidos por el alquiler de las producciones propias en todo el mundo y por la afluencia de público nacional y extranjero.
Esta puede ser la paradoja de Les Arts: tienen en sus manos el retablo del Centenar de la Ploma pero no saben qué hacer con él.
Javier Monforte Albalat
Amics de l’Òpera i de les Arts
de la Comunitat Valenciana
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